domingo, 18 de diciembre de 2011

De Desnudos, Amores Y Ficciones: Stripthesis de Ronald Flores




Tras años de enfrentarme a esas intensas páginas en donde Derridá y sus conceptos me hicieron replantearme cada una de las ideas que concebía como estéticamente agradables y de enfrentarme a placeres igualmente intensos pero complejos y constantemente retadores para mi intelecto me doy cuenta que el genio de Ronald Flores simplemente se le disparó de las manos.

A pesar de considerarme a mi mismo como un ser alienado en donde la belleza de los poetas malditos o los textos intimistas y delicados de los suramericanos de los setentas me hacen temblar, he de aceptar que “Stripthesis” está claramente incluida dentro de los diez libros de ficción que más han calado el asfalto intelectual de mi corteza cerebral. Y es que esta novela es un chiste, una desfachatez, un descaro a las claras, una deliciosa broma para cada una de las concepciones que se nos fundan en los libros de literatura, en las clases de moral y en ese puritanismo, tan latinoamericano, que nos enseña que el academicismo y el erotismo nada tienen que ver y deberían estar por completo distanciados.

En “Stripthesis”, Ronald Flores nos adentra a un mundo perverso, torcido y deliciosamente adictivo, y no me refiero al mundo del erotismo, sino al mundo de la mente y la conciencia del ser humano. Tomando como referencia una imaginaria tómbola plagada de filósofos contemporáneos cuyos rimbombantes nombres plagaron mis clases de filosofía y literatura del siglo XIX y XX, Flores nos permite conocer como la mente puede encontrar esas asociaciones que son innatas al ser humano y que nos aferramos a disociar con afán academicista. La novela nos presenta a un joven graduado de literatura en una universidad del extranjero (un personaje que se me antoja tantas veces al autor o a varios de aquellos arquetípicos gafapastas probablemente omnisexuales –porque en ningún momento de la novela se establece si es únicamente heterosexual-) plagado de conocimientos que necesita mostrar al mundo, pero sobre todo, que necesita unir a elementos que probablemente tiene inconclusos desde su infancia. Y es que desde la elección de una voz narrativa femenina, la asesora de la compleja tesis de doctorado del protagonista, la novela es un chiste a los convencionalismos y las estructuras académicas. No es difícil entender que una mujer hable de erotismo, mucho menos que hable sobre teoría literaria o filosofía, pero si que lo haga sobre la sexualidad de otros y deje a un lado la propia.

A partir del planteamiento clásico en el que el eros, la materia prima de donde todo procede (aunque Freud lo plantea como la líbido y el Kundalini yoga lo plantea como el despertar del Kunda) se pretende encontrar su intrínseca relación con el logos (el pensamiento estructurado), un proceso totalmente ligado al título de la novela. Y es que en cada página que arrancamos es como si desvistiésemos de los complejos deseos de complicar la verdad humana. A través de encuentros perversos y oscuros con las manifestaciones de la sexualidad humana, desde un lupanar en Nueva Orleans en donde se discuten el tamaño de los senos de una de las gimnastas-meretrices a la vez que se replantea la catarsis aristotélica hasta un rarísimo encuentro comparativo entre un pesado texto filosófico y una revista pornográfica de los setentas en una oscura biblioteca de Austin, el personaje principal (que quizás sea algún perverso alter-ego de Flores) busca desenmarañar en sus tesis doctoral algunos de los deseos del hombre moderno (como ser humano y no como género).

Lázaro Tormes, al igual que aquel guía de ciegos de la literatura picaresca española, nos guía (al igual que a su grupo de estudiantes de primer año) a través de un proceso en donde la pornografía, el erotismo y las más elevadas ideas de los genios filosóficos (particularmente los clásicos alemanes y las mentes maestras del posmodernismo) encuentran un punto en común, una verdad inalienable: El Amor Es Una Ficción. Y es que nos adentramos en un mundo decadente, el de los secretos que se develan más allá de los virginales velos de las uniones socialmente aceptadas o el de los convencionalismos académicos, esos que se guardan muy bien para dejar florecer aquellas adictivas flores de adormidera carnales que yacen en cada ser humano y su lujuria personal.

Una novela fascinante y asquerosamente genial, porque no hay otra forma de definir un estilo en donde incluso el lector saldrá ensuciado pero feliz. Un delicioso placer que se asemeja por completo a consumir chocolate de leche y maní salado cuando se es diabético e hipertenso, totalmente culpable (aunque para algunos, como el autor lo cita, pueda ser un texto de Marcela Serrano o de Ángeles Mastretta, que no es mi caso pero si el de mi mamá), plenamente consciente de que cada elemento hará solo el daño necesario para sonreír a la mañana siguiente y recordar que ese untoso sabor a culpabilidad nos dará una experiencia personal de delirante placer.

Una de mis novelas favoritas, en donde el autor logra que el final sea tan delicioso como su desarrollo, una de esas piezas que no se si comparar con la escala erótica de Platón, con el proceso de Masters & Johnson sobre las etapas de la líbido en una relación carnal o con algún estructurado texto de Vladimir Propp o las complicadísimas disertaciones de Derridá.

Recuerdo cuan fascinante fue para mi leer el texto mientras era un profesor de literatura para un colegio de fundamentalistas católicos, nunca antes mis recesos fueron tan abiertamente decadentes en plena biblioteca mientras muchas pruebas sobre literatura medieval esperaban a ser calificadas. Flores supo conducirme a desnudar su narrativa y esperar un final tan delicioso, claramente previsible pero a la vez inesperado …

Como siempre les deseo increíbles lecturas en sus manos y maravillosas experiencias de crecimiento.

Namaste.

La reseña en la página del autor. http://www.ronaldflores.com/stripthesis/

Puede ser adquirido en Sophos En Línea.

Paradiso: Melocotones infusionados con menta sobre arroz con leche vegano.




Desde que volteé mis ojos y mi corazón hacia una vida más en contacto con la espiritualidad y el cambio personal he encontrado muchísimas formas de llegar a reconocer la belleza de nuevas formas de vida. Una de ellas evidentemente fue el vegetarianismo. Dada mi pasión por la cocina y mis locos intentos creativos he logrado sabores sorprendentes que no dependen de manera alguna de productos de origen animal. Esta vez quiero presentarles mi versión de arroz con leche, una receta facilísima, una de las favoritas de mi abuelita, pero que esta vez será especiada con deliciosos sabores que no se mezclarían usualmente con un clásico arroz con leche.

Ingredientes:
1 taza de arroz blanco
1 litro de leche de soya (no recomiendo la de almendra para esta receta pues el sabor se perdería)
60 gramos de azúcar moreno (o la mitad de edulcorante artificial para aquellos que somos diabéticos)
1 raja de canela
1 pieza de anís estrellado
4 clavos
La piel de media naranja
La piel de medio limón
2 melocotones
Menta fresca

Procedimiento:
1. Colocar el arroz en agua fresca para liberarle del almidón por al menos 30 minutos, usualmente yo cambio el agua hasta 3 veces.
2. Colocar medio litro de agua fresca a hervir y añadirle las hojas de menta y un trocito de canela.
3. Colocar en un cazo la leche de soya, el azúcar moreno (o edulcorante), las pieles de los cítricos, el anís estrellado y los clavos hasta que hierva.
4. Agregar los melocotones sin piel y en mitades a el agua hirviendo y cocinar por más o menos unos 5 minutos o hasta que estén suaves. Colar y refrescarlos. Aconsejo colocarlos en la nevera para tenerlos bien fríos. La infusión de menta y melocotón hace un delicioso y ligero refresco si le endulzas y lo enfrías.
5. Cuando la leche de soya esté infusionada con las especies es momento de retirarles. Agregar el arroz y cocinar por más o menos 30 minutos removiendo constantemente hasta lograr una especie de risoto dulce y cremoso.
6. Al momento de montar el plato, tomar los melocotones totalmente fríos y colocarlos en el fondo de las copas para helado, agregar sobre ellos una cantidad suficiente de arroz con leche de soya. Añadir un chorrito de la infusión de menta y melocotón y canela en polvo.

Uno de mis nuevos postres favoritos.

Como siempre les deseo increíbles experiencias de crecimiento y fantásticos sabores en su cocina.

Namaste.